La dehesa
Las tierras que se extienden al oeste de la Península Ibérica,
milenarias y tristes, en ocasiones generosas o crueles, son el marco en el que
el cerdo ibérico crecerá y se alimentará hasta el final
de sus días. Estas tierras que permiten un perfecto equilibrio entre
naturaleza y hombre son las dehesas. En ellas se desarrolla en perfecta simbiosis
una ganadería de razas autóctonas, rústicas, estableciendo
un entramado socio-económico que afecta al sector ganadero, productor
y comercial. Por ello
la dehesa está respaldada por toda la política medioambiental
de la Unión Europea, pues, no en balde, en ella se dan una serie de circunstancias,
que le hacen merecedora de ello: la conservación del suelo, el respeto
por el medio ambiente y la producción de alimentos para la población
de una calidad extraordinaria por su salubridad y por su valor biológico.
Este
ecosistema de la dehesa procede de un proceso evolutivo de muchos años.
La primeras referencias claras aparecen en la Edad Media. Su origen se puede
encontrar en la conjunción de dos economías que desarrollan los
pueblos primitivos: la agrícola, que se daba en los valles de los grandes
ríos, y la pastoril, en las zonas montañosas.
Esta dehesa, tras superar épocas poco favorables, como consecuencia de
las quemas estratégicas de nuestras guerras de vaivén con los
invasores árabes y las de los ganaderos de la Mesta, en las que el bosque
se fue transformando y destruyendo, por la roturación del suelo, para
dar paso a otros sistemas agrarios, llega hasta hoy como una auténtica
reliquia que hemos de conservar ineludiblemente, y en la que se conjuntan los
principios ecológicos de la defensa de la naturaleza, con la producción
agro-ganadera-forestal.
Actualmente en España existen un total de 2.889.000 Ha. de encinares aprovechables, lo que representa la mitad del área mundial, distribuidos básicamente en tres Comunidades Autónomas: Extremadura, Andalucía y Castilla y León. En la primera de ellas se localiza el 40 por ciento del encinar.
Estos bosques adehesados están formados por varias especies de Quercus:
la encina, el roble, el alcornoque, el quejigo y algunas otras como el fresno.
Bajo este espectro de árboles de la misma familia (cuyo fruto es la bellota,
distinta en cada especie), crecen multitud de herbáceas, la mayoría
gramíneas y leguminosas, de régimen irregular y variable, siempre
estacional, que también forman parte de la dieta del cerdo y de otros
ganados.
En
1 Kg. de bellota fresca encontramos:
|
|
Cantidad de materia aprovechable |
363 gr.
|
Nutrientes digestibles totales |
315 gr.
|
Proteína bruta |
28,2 gr.
|
Sustancias extractadas libres |
282,2 gr.
|
Fibra bruta |
17,4 gr.
|
Cenizas |
6,2 gr.
|
Megacalorías en energía metabolizable |
1294 Mcal
|
La dehesa origina una complicada
modalidad de pastoreo mixto de cerdos, vacas, ovejas, cabras etc...; cada uno
se encarga de aprovechar el alimento más adecuado a su naturaleza y a
la economía del propietario. Sin embargo la conservación y fomento
de ese hábitat exige, además, el laboreo periódico del
terreno, así como labores de conservación realizadas directamente
sobre los árboles, tales como el desmoche y el olivado. Labores que van
a repercutir en la mayor o menor producción de bellotas.
El cerdo ibérico es el consumidor por excelencia de la dehesa y el que
mejor transforma los recursos que le aporta. Además es un animal detritivo,
carnívoro e insectívoro, que puede controlar las plagas de la
encina.
Aproximadamente,
una encina produce de 20 a 25 kilos de bellotas, habiendo unas 50 encinas por
hectárea. Por su parte, el consumo del cerdo varía en función
de su peso, aunque se consideran de 6 a 10 kilos por animal al día, además
de unos 3 kg. de hierba diaria, con una reposición (engorde) que oscila
entre los 800 gr. y 1 kg. diarios, durante los 90 días que aproximadamente
puede durar la montanera.
La bellota es el alimento básico e imprescindible en la buena crianza
y alimentación del cerdo ibérico. Es el fruto de los diferentes
Quercus (encina, roble, alcornoque, ...) y suele alcanzar su punto de madurez
entre noviembre y febrero, dependiendo siempre de los factores climatológicos.
Concretamente, la bellota de la encina se proclama, si cabe, elemento de distinción
del que dependerá en general el sabor de los productos ibéricos,
y muy especialmente el del jamón.
La bellota adquiere tal consideración en el cebo del cerdo ibérico
por los excelentes contenidos energéticos que repercuten sobre el engorde
y veteado de la musculatura. Aporta, además, componentes ricos en grasas,
almidón y azúcares (glucosa y sacarosa).
La bellota carece de aroma propiamente dicho y su sabor es peculiarmente agridulce
debido a la presencia de azúcares. El cerdo se siente atraído
por la bellota caída alrededor de la encina o el alcornoque, como si
de hojarasca se tratase. Gracias a esta atracción (como todas las seducciones,
breves, escasas y variables) el animal conseguirá su engorde final y
la grasa suficiente para alcanzar el nivel de infiltración intramuscular
que confiere al cerdo ibérico el sabor peculiar de sus productos.
La bellota cuenta con un índice de ácidos grasos insaturados importante,
entre los que destacan entre otros (en tantos por ciento): Palmítico
14,2; Esteárico 2,4; Oléico 63,1; Linoléico 16,1.
Composición
de la bellota
|
||||
VERDE
|
DESECADA
|
|||
Integral
|
Descorticada
|
Integral
|
Descorticada
|
|
Humedad |
50
|
35
|
14
|
11
|
Proteínas |
3
|
5
|
5
|
6
|
Grasa |
2
|
3,8
|
5,5
|
6
|
S.E.L.N. |
35
|
50
|
66
|
72
|
Fibra |
5,5
|
4,5
|
10
|
4
|
Cenizas |
1,2
|
2
|
2
|
2
|
El cerdo ibérico es patrimonio autóctono español y constituye
una reserva ganadera de la Península ibérica que no puede dejarse
desaparecer, no sólo por razones culturales o sentimentales, sino también
económicas, como aconsejan los Organismos Internacionales, considerando
las razas autóctonas como vía para incrementar la productividad
animal y como recurso genético que se puede necesitar en el futuro. La
explotación del cerdo ibérico nos permitirá conservar este
ecosistema de la dehesa.
Revista 'El Guijuelo', núm 2, Agosto 1998